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¿ Yo, odiarIe?
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No sabe Io que dice. Muy por eI
contrario.
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Desde que Ie vi, nada me distrae...
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Me parece todo un cabaIIero, como Ios
que no quedan...
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¡Qué vaIiente, y duIce es!
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¡Qué nobIe! ¡Qué aItivo! VeIoz...
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Y a cabaIIo, qué apostura ha de tener...
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-Esto es encantador.
-Un hombre semejante, ha de ser...
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-Audaz...
-En sus ojos se ve su corazón.
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-Un gran corazón.
-Un corazón inmenso...
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VaIeroso...
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-FormidabIe...
-Y sin embargo, bueno...
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-Tierno.
-Te he visto.
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-Generoso.
-Magnífico.
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¡ Me gusta!
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¿ Viste aItura sin iguaI? Su frente, sus
ojos, su nariz...
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Dios mío, Ia vieja me admira con todo
detaIIe, estoy perdido.
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Bien, no está maI...
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Pero si eI rey no es más gracioso, yo
mismo haré eI papeI.
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Ahora, pasemos aI encuentro entre
BIanche y TribuIé.
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-¿Dónde está TribuIé?
-¡ No ha IIegado!
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-Entonces, no podemos ensayar...
-Bárbara, ¿ dónde está Bertrand?
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-No Io sé.
-AI fin y aI cabo es tu exmarido.
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Deberías enseñarIe puntuaIidad.
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-Y ver Ios horarios de Ios ensayos.
-Mira, ¡me tenéis aburrida!
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Me concedieron eI divorcio hace un año...
:10:08
y no me dieron Ia custodia de mi
marido...
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SóIo tenéis que IIamar aI productor.
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Bien. Veamos eI vestuario que nos ha
enviado eI ayuntamiento.
:10:29
-Buenas noches, señora VerceI.
-Buenas noches.