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Sabes, he pensado tantas veces
en vosotros dos dormidos.
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Creía que era amor eterno.
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Y aquí estás,
sola como la vieja.
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Pero menos rica.
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¡Pobre cría!
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Yo te mimaré, será un cambio.
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Me harás compañía.
Estoy tan sola...
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La mimo a ella.
Te mimaré a ti.
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No lo hago para
que me den las gracias.
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Estoy acostumbrada.
Madame no me ve.
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Parlotea, está ida.
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Sólo ve moverse un delantal
que se llama Yolande: ¡yo!
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Al principio creía que veía.
Pues no,
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se conoce la casa de memoria.
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Tiene un sobrino muy muy agradable,
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guapo, joven...
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Ella no ha tenido hijos,
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sólo me tiene a mí.
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Bueno, a mi delantal...
Mi guardapolvo.
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¿Crees que te dejará la casa?
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No, es para su sobrino,
cuando ella se haya ido.
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¿Ése es su sobrino?
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Está bien el tío, ya me lo haría yo.
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¡Ése no! Es el mío.
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¿Tu sobrino?
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¡Claro que no, mi chico!
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No te pases.
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Voy a la compra.
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Tú estate quieta.
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Oiga, Yolande,
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limpie la plata, mi amiga Lucienne
viene a tomar el té.
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La lamparita roja, hay que pensar
en llevarla a arreglar.