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- ¿Qué quieren esas personas?
- No sé... Comida.
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- ¿No tienen una granja?
- Lo siento.
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- ¿Por qué no tienen trabajo?
- Dime, ¿viste su pecho?
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- Sí, estaba marcado.
- No exactamente.
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Estaba grabado a fuego
con un hierro candente.
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¿Sabes por qué?
Porque le cogieron mendigando.
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¿No se te ocurre
cômo terminô mendigando?
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La tierra que cultivaban,
donde tenían tanto que hacer,
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pertenecía a los monjes del monasterio,
que les dejaban cultivar para comer.
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Hasta que hombres como tu padre
y el mío les arrebataron los monasterios,
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vallaron los campos, expulsaron
a los campesino de sus campos
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¡y aprobaron leyes inhumanas
para marcarlos por mendigos!
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- Te tirô todo aquel dinero...
- ¡Dinero!
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¿Sabes lo que vale ahora el dinero?
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¿Qué es eso?
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- Un penique.
- No es un penique. Es un chelín.
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- Los chelines son de plata.
- Así tendría que ser.
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Así era antes... pero no ahora.
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Por eso un chelín ya no vale un chelín.
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No tienes ni idea
de lo que está pasando, ¿a que no?
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- Sé que todos los curas son corruptos.
- Sin duda.
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- Dicen que hay que adorar iconos.
- Eso no me afecta tanto.
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- Hablas de tu alma.
- ¡No, hablas de tu mente!