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Especialmente las criaturas pequeñas,
desprovistas y dulces.
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Dejaba la tierra quemada a su paso,
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ensuciando hasta la suave brisa del
desierto que le surcaba la frente.
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No sabía de dónde provenía ni por qué.
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No sabía si era un sueño o una visión.
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Pero temía haberlo desatado yo mismo.
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Porque era la furia que se desataría
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apenas Florence Arizona viera
que faltaba el pequeño Nathan.
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- ¿Estás bien?
- Bueno, él está bien.
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Tuvo una pesadilla.
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A veces el mundo es duro con los pequeños.