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¡Escuchad como relinchan nuestros corceles
por servicio inmediato!
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Montadlos
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y haced incisiones en sus pellejos.
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Que su sangre caliente salpique
los ojos ingleses.
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¡Contemplad tan sólo
esa pobre banda hambrienta
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y vuestra aparición les sorberá las almas
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no dejándoles sino las cáscaras de hombres!
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No hay trabajo suficiente
para todas nuestras manos.
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¿Por qué os demoráis tanto,
lores de Francia?
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Estas carroñas isleñas,
que no tienen más que huesos,
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hacen poco agraciado el campo de la mañana.
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Han dicho sus oraciones
y esperan la muerte.
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Hagamos un poco, muy poco
y todo está acabado.
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¡Entonces toquen las trompetas
y las fanfarrias la nota de montar!
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¡Porque aterraremos tanto
al campo de batalla
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que los ingleses se encogerán de miedo
y cederán!
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¿Dónde está el Rey?
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El Rey está pasando revista a caballo.
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De soldados, ellos tienen por lo menos
sesenta mil.
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Eso es cinco a uno.
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Además, están todos frescos.
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- Es una proporción terrible.
- ¡Oh, si ahora tuviésemos aquí
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tan sólo diez mil hombres
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de los que están en Inglaterra
que no trabajarán!
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¿Quién es el que tal desea?
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¿Mi primo Westmoreland?
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¡No, mi buen primo!