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que vamos a recibir.
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Porque...
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aunque camine por valles
de sombra sin comida...
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no temeré hambre alguna.
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Queremos que nos des
el pan de cada día...
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y a la república
que representa...
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por la autoridad recibida...
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las declaro listas
para empezar a comer. Amén.
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Siéntense.
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¿Qué pasa? ¿La orden
está a dieta? Qué horror.
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Hermanas, pasaremos
el resto del día en silencio.
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¿Por qué?
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Sólo al sellar los labios
llega la oración al cielo.
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Entonces no hay que comer.
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El silencio comienza ahora...
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y dura hasta la noche.
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Esto es terrible.
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María Clarencia, te convendría
un ayuno de abstinencia.
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No, no me parece. Le pondré
un poco de sal y ya está.
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¿Me pasas la sal?
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Un ayuno. Para que te acuerdes
de los que pasan hambre.
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No, no quiero
que se lleven el plato.
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Y silencio.