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Si esto se vuelve
un bar de monjas, me largo.
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Las hermanas me informaron que
te siguieron porque quisieron.
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Pero nunca se habrían
atrevido a salir...
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si no hubiese sido
por tu ejemplo.
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Se pasan la vida encerradas
entre estas paredes.
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Estas paredes
son su única protección.
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Ya no hay seguridad
en las calles para ellas.
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Ni para ti tampoco.
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Estos hábitos ya no protegen
a las hermanas. Las paredes sí.
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Lo siento.
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Usted realmente
se preocupa por ellas.
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Sí, me preocupo.
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Y por ti también. Por tu vida.
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Le pediré a monseñor O"Hara y al
Tte. Souther que te busquen...
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un lugar más apropiado.
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No me eche de aquí.
Apenas estoy acostumbrándome.
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No pondré en peligro...
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a nada ni a nadie, se lo juro.
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¿No predica usted el perdón?
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Debe haber alguna cosa que pueda
hacer sin romperme las uñas.
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Tienes razón, María Clarencia.
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Errar es humano,
perdonar es divino.
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Puedes quedarte.
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Pero limitaré tus actividades
a una sola tarea.
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¿A cuál?
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A cantar.
Participarás en el coro.
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¿En el coro? No.
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Cantarás y dormirás. Esa será
tu tarea hasta que te vayas.
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¿El coro?
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Dígame, ¿usted lo ha oído?
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El coro, María Clarencia.