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Pero eso no era todo.
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El le prodigaba su afecto,
no cabe duda de ello.
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Quizá, a fin de cuentas, lo hizo
porque él también se sentía solo.
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Necesito más luz.
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Si no, me vuelvo ciega.
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O déjeme probarle el vestido de día.
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Me temo, señora, que
mis días son sagrados.
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Era una niñita.
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Pero también, una asesina feroz...
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...capaz de buscar la sangre con
la tenacidad propia de los niños.
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Un besito para que se cure.
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Y ahora...
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...¿quién te va a terminar tu vestido?
¡Un poco de sentido práctico!
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¡Recuerda, nunca en nuestra casa!
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Al principio dormía en mi ataúd...
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...enrollando sus deditos
alrededor de mi cabello...
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...hasta el día en que
quiso su propio ataúd.
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Pero aún entonces,
cuando se despertaba...
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...se metía al mío.
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Morían rápidamente entonces, hasta
que aprendió a jugar con ellos...
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...y retrasar el momento hasta
tomar todo lo que quería.
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¿Por qué lloras, niña?
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¿Estás perdida, amorcito?
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¡Mamá!
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Calma, no llores.
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La vamos a encontrar.