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Gracias.
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Al caer la noche,
estaba la doncella
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Al borde de un bosque
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En sus manos sostenía las riendas
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De un semental
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Y jamás había yo visto
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Una joven tan bella
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Ni oído una voz más suave
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Susurrar. Qué pena
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Ella pertenecía
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Pertenecía a otro
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A otro, por siempre
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Sí, pertenecía a
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Los crepúsculos y a la bruma
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Querida Isabel:
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Qué extraño es tener otra vez
en la casa a una mujer cultivada...
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y qué apasionante.
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Tener a mis tres hijos
bajo mi techo otra vez...
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me llena con una satisfacción
tan profunda y serena...
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que le agradezco a Dios.