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En dos horas, estaré camino a Italia.
Todo se ha decidido esta noche.
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Pasaré por Milán. Llevo el dinero
recolectado para nuestra causa...
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entre nuestros patriotas exiliados.
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Giuseppe lo enviaba cada mes
hasta Marsella...
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y, luego, por barco, hasta Génova,
pero ya no es posible.
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La epidemia lo ha detenido todo.
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Los hermanos esperan
este dinero en Milán.
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Lo necesitan para los combates
que se avecinan.
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Vd. jamás me dijo que,
para luchar, hacía falta dinero.
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Milán...
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¿sigue Vd. ahí, madre?
¿O ha regresado a Turín?
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Antes me preguntaba
si le llegaría esta carta...
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y resulta que seré yo
quien se la entregue.
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Veré como la lee en la terraza
de su dormitorio...
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con ese ademán impaciente
que tiene al pasar las páginas.
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Detrás de usted, veré el gran álamo
al que me hacía subir de niño...
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para vencer mi miedo.
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Esos documentos no sirven.
No se puede pasar.
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Es inútil esperar,
vuelvan a sus casas.