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Quería que fuese a Valence con éI.
Yo no quise.
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Me fui por mi cuenta.
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Ahora tal vez...
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Estoy segura, es culpa mía.
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Vamos, no se le ocurra
decir eso.
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Ya no sé qué debo hacer.
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- Quédese aquí unos días.
- No, aquí no.
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- ¿Por qué no? Yo cuidaré de usted.
- No, no.
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No tiene nada que temer de mí.
Le admiro mucho.
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Le soy absolutamente fiel
y usted lo sabe.
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Dígame que lo sabe.
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- Me marcho.
- No, espere.
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¿Adónde va? ¿Qué va a hacer
en plena noche? ¿Volver a Théus?
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- No lo sé, tal vez...
- Escúcheme, permítame que la Ileve.
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En la montaña estará a salvo.
La enfermedad no Ilegará ahí.
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- ¿Y si Laurent no vuelve?
- Volverá.
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Los hombres como éI
no mueren de cólera.
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Él sabe para quién vive.
Uno muere porque quiere.
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Pero, ¿qué haces?
¡Sacad eso fuera!
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Respirad. Respirad hondo.
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- Nos vas a ahogar, imbécil.
- Hay que desinfectar.
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- Eso no sirve de nada.
- Me lo ha dicho el cura.
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- ¡Fuera!
- Es muy peligroso.
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Debemos irnos.
Tenía usted razón.
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Prepararé el coche.
En un cuarto de hora estamos.
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No hace falta.
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La señora ya tiene escolta.
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¡Joseph, ahí están!
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- Por aquí, Capitán.
- Rápido.
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- ¿Tienen caballos?
- Sí, gracias.
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- ¿Llevan dinero?
- ¡Las alforjas!
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No dejen que se escapen.
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¿Qué hace?
Abra.