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-Pero tú lo compondrás.
-¿Estás segura de eso?
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-¿Mi dueño?
-"Cúmplase sin falta".
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No os oye: ocupado en el escrito está.
¿Hay discordia entre él...
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-...y Casio?
-Sí, fatal reyerta.
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No sé qué daría por conciliarlos,
pues quiero bien a Casio.
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¡Fuego, pez y azufre!
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¿Mi dueño?
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¿Estás en ti?
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¿Qué? ¿Está enojado?
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Tal vez la carta le haya conmovido.
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Creo que lo llaman a Venecia...
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...quedando Casio en su gobierno.
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Me alegro, a fe.
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¿De veras?
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¿Dueño mío?
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Me alegra el verte loca.
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¿Cómo, amado Otelo?
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¡Demonio!
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¿He merecido yo esto?
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Señor, nadie en Venecia
lo creería aun cuando lo jurara.
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Es demasiado.
Consoladla; llora.
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Si fecundara la tierra el llanto
de la mujer, de cada gota caída...
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...brotaría un cocodrilo.
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¡Sal de mi vista!
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Me apartaré por no ofenderte.
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¿No viste nada, pues?
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-Ni oído ni sospechado.
-Has visto a Casio y a ella juntos.
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Mas no vi nada malo, y cada frase
que pronunciaron la oyó mi oído.
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-¿Jamás hablaron bajo?
-Nunca, mi amo.
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¿Y nunca te despidieron a buscar
sus guantes o alguna cosa?
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Nunca.
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Extraño es eso.
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El alma apostaría
que es fiel y honrada.
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Desechad toda sospecha contra ella;
deshonra vuestra mente.
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Dile que venga acá.
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¡Vete!
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Bastante dice, ¿pero qué alcahueta
lo propio no dijera?