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Érase una vez,
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en la costa norte de Long Island,
a unos 50 km de Nueva York,
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vivía unajoven
en una grandiosa mansión.
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La mansión era inmensa y estaba
atendida por muchos sirvientes.
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Habíajardineros
a las órdenes de un botánico
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que se ocupaban de los jardines
que la embellecían.
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Un barquero botaba las embarcaciones
al agua en primavera
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y en invierno las varaba
para limpiar los fondos.
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Había un alto personal encargado
de las instalaciones deportivas,
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de la pista de tenis al aire libre
y de la pista de tenis cubierta,
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de la piscina al aire libre
y de la piscina cubierta.
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Yun hombre sin título especial
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que cuidaba de una fuente
con un pez dorado llamado George.
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En la mansión también había
un chófer apellidado Fairchild,
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que había sido importado
de Inglaterra hace años,
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junto con un nuevo Rolls-Royce.
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Fairchild era un chófer experto
y extraordinariamente pulcro,
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como reflejaba el brillo
de los ocho coches a su cuidado.
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Y tenía una hija
de nombre... Sabrina.
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Era la noche previa a las carreras
anuales de yates de seis metros
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y, como ya era tradicional
en los últimos 30 años,
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la familia Larrabee daba una fiesta.
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Nunca había llovido la noche
que daban la recepción.
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Ellos no lo hubieran permitido.
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Los Larrabee eran cuatro.:
padre, madre y dos hijos.
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Maude y Oliver Larrabee
se casaron en 1906.
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Entre los varios regalos nupciales
figuraba una casa en Nueva York
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y esta mansión
para los fines de semana.
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La casa de Nueva York se convirtió
en oficinas en la Quinta Avenida.
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Linus Larrabee, el hijo primogénito,
se graduó en Yale,