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tres ya las veces que alteráis
el orden de nuestras calles.
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Si volvéis a agitar de
nuevo nuestras calles,
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pagaréis con vuestras vidas
tal ultraje a la paz.
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Y Romeo, ¿donde está?
¿Le habéis visto?
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¡Como me alegra saber
que no estuvo en la pelea!
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Señora, vi paseando
a vuestro hijo muy temprano
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entre los sicomoros de la arboleda.
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Ha sido visto allí más de una mañana,
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aumentando el rocío con sus lágrimas.
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Mi melancolico hijo vuelve
a casa huyendo de la luz,
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y se encierra luego solo en su cuarto,
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cerrando las ventanas,
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dejando fuera el día, haciendo en
torno suyo una noche artificial.
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Así pues...
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¡Oh, amor pendenciero! ¡Oh, odio amoroso!
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¡Oh, esencia nacida de la nada!
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Pesada ligereza,
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seria vanidad.
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Caos deforme de bella apariencia.