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Los santos no se mueven
sino por las plegarias.
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Entonces no os mováis
hasta que llegue mi plegaria.
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¡Dave!
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Así vuestros labios
limpian los míos de pecado.
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¿Entonces mis labios
tienen ahora vuestro pecado?
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¿Pecado de mis labios?
¡Me reprocháis con dulzura!
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Devolvedme mi pecado.
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Besáis como un maestro.
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¡Julieta! ¡Julieta!
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¿Julieta?
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¡Julieta!
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Señora, vuestra madre quiere hablaros.
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¡Venga, vamos!
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¿Es una Capuleto?
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Se llama Romeo, y es un Montesco,
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el único hijo de vuestro peor enemigo.