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- A Bellingen se llega por mar.
- Entonces, iré por tierra.
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No puede.
Es terreno inexplorado.
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¿Cree que no soy capaz?
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- Eso no es para avergonzarse.
- Pero no es cierto.
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- Apuesto que sí puedo. Póngale fecha.
- Es una locura.
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Estoy dispuesto a apostarle...
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que llevaré la iglesia de cristal
a Bellingen digamos que para...
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el Viernes Santo.
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¿Qué puede apostar?
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- Diez guineas.
- No, no es suficiente.
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¿Qué es suficiente?
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Su herencia.
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Mi padre podría vivir hasta los 100.
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- Y no es rico.
- Eso no importa.
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- ¿Ud. Apostará la misma cantidad?
- La misma.
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La misma.
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Mi herencia.
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- Pero usted ya la tiene.
- Sí.
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- ¿Su fábrica?
- Sí, todo.
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¿Apostará todo?
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Sí.
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Cinco semanas sin...
sin un juego de póquer de centavos...
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y ahora, esto.
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Qué bonitas grecas.
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Es muy ingenioso.
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Ah, ya viene mi secretario.
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Pasa, Jeffris.
Queremos hacerte una pregunta.
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Srta. Leplastier, Sr. Hopkins.
Él es el experto en la materia.
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Jeffris es todo un explorador.
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Ha estado en el norte,
explorando para construir el camino.
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- ¿No es así, Jeffris?
- Sí.
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Conoce todo el terreno.
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¿Ese camino nos serviría?
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Si lleva algún tipo
de cargamento...
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sería una locura ir por ahí.
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Vaya, pues... Sí.
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Sí llevaremos cargamento, sí.
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Entonces, tiene que ir por mar.
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El Sr. Hopkins está decidido
a ir por tierra.
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- ¿Es cierto?
- Sí. Sí, me temo que sí.