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Te tienes que acordar de mí.
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- Sra. Gilcrest.
- Susanna, ¿estás bien?
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Estoy bien.
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- Hola, Bonnie. ¿Cómo va Radcliffe?
- Wellesley.
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Lo estoy disfrutando.
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Estudio pintura.
En el verano iré a la Sorbona.
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- Fantástico.
- ¿Sabes qué? Sé todo lo que has hecho.
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Y ojalá te encierren para siempre.
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- ¿Es la esposa del profesor?
- ¿Cuál profesor?
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Ya le dijiste a todas.
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Señora, quítese.
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- ¿Te hablé a ti?
- Ya vámonos.
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No, me está escupiendo,
así que cálmese.
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No me des órdenes.
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Mire, Susanna se acostó
con su esposo, ¿y qué?
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De seguro él se lo rogó,
y además, tiene un pitito...
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¿Cómo te atreves?
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Un consejo, ¿sí?
!No le apunte con el dedo a un loco!
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!Suéltame!
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¿Mamá?
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!Quítame eso de mi cara, pendeja!
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!Suéltala!
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Ahora mismo.
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!Ya basta!
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Vuelva a venir, Sra. Profesor.
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¿Compartiste un hombre con ella?
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- ¿Disfrutaste del aire fresco?
- Sí, Val. Gracias.
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Qué bien. Porque es la última vez
que sales del pabellón.
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¿Eso fue un reto o un reto doble?
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Bueno, alcen los brazos. Muy bien.
Vamos a ser árboles.
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Sientan la fuerza de sus brazos,
que son las ramas.
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Y extiendan esas ramas hasta el cielo.
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Vamos, Susanna, estírate.
Muy bien.
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Lisa, eso es.
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Extiendan los brazos, chicas.
Extiendan. Alcenlos bien.
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Sientan el estirón hasta la cadera.
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Muy bien.
Dejen que sus brazos sean ramas.
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Hay fuerza en esas ramas.