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"No la enterraremos en la isla.
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Me lo hizo prometer.
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Me lo susurró al oído una noche...
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...mientras se pegaba a mí
en la cama.
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"Prométemelo".
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No quería escuchar nada.
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Volvíamos de rastrear
a los ciervos, Papá y yo.
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Había huellas cerca de la piedra
de sal, pero nada más.
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Estaba guardando la escopeta
allí donde él la escondía...
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...cuando le oí gritar.
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No me dejó...
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No me dejó entrar al principio...
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...aunque aporrease la puerta.
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Me abrió...
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...cuando la tuvo bajada
sobre la mesa...
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...pero...
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...aún se veían las huellas
negras en su cuello...
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...las de la cuerda.
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El fuego se había apagado...
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...y nuestro aliento,
el de Papá y el mío, delataba...
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...nuestros suspiros de dolor.
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Ella tenía la boca abierta...
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...y su pelo crujía al tacto.
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La envolvimos en su toquilla...
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...y entonces...
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...encendí el fuego mientras
Papá se sentaba.
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¿Qué podía decirse?
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Más tarde, encontramos una nota...
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...donde decía que las zorras
eran las siervas de Satán...
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...y que sus ojillos brillantes...
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...no la dejaban en paz.
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Que las había matado...