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Señora.
:09:12
-Cesca, ¿todavía lee la suerte?
-Muy bien, señora. Siéntese.
:09:20
Cuando me llamó,
estaba en la huerta.
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-Puedo venir aquí, ¿verdad?
-Por supuesto que sí.
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-Es una parte de mi casa.
-Claro, señora, claro.
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Tengo nuevos amuletos y huesos
que iba a llevarle.
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Si convenciera a su marido para
que escupa en ellos, sería mejor.
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¿Tiene hambre?
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-No coma eso. Es pescado.
-¿Y qué?
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Hará que su hijo sea lento
de cabeza. Ahí está.
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Piedras y una llave...
:10:11
...para que la lleve al cuello.
-Mi marido está harto de escupir.
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Escupir es lo mejor que
los hombres saben hacer.
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La saliva del padre
es lo mejor que hay.
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Cesca, quiero que lea
la suerte de mi hijo.
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-No puedo hacer eso.
-Si es por mi marido, no se preocupe.
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No, señora,
no es por su marido...
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es que realmente no puedo hacerlo.
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Entiendo.
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Hasta que el bebé no nazca,
su humor y el suyo son el mismo.
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Naturalmente...
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...puedo leer su futuro.
-No, ya le he dicho que tengo miedo.