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Por mi edad y por las guerras que luché
mientras Uds. Descansaban...
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por toda la sangre
de mi estirpe vertida por Roma...
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por las noches heladas
que pasé despierto...
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y por las lágrimas amargas que vierto
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sobre mis mejillas arrugadas
por los años...
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¡apiádense de mis hijos!
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¡Sus almas no son perversas como dicen!
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He perdido veintidós hijos
sin derramar una lágrima.
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Pero por estos derramo
las más tristes lágrimas
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y el profundo dolor de mi corazón.
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Que mi llanto satisfaga
el apetito de la tierra.
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La dulce sangre
de mis hijos la avergonzaría.