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No quiero que me malinterpretes.
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Te extraño, ¿sabes?
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Sí, yo también.
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Pero mi papá,
él no entiende.
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Mira, en cuanto esto
se le pase...
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tú y yo,
nos iremos a la ciudad.
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Veremos un partido de los Yankees.
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Eso haremos.
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Copado.
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Mejor me voy.
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Hay algo que la Srta. Lewton
me mostró en clase...
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me dejarán leerlo.
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Dice lo que siento.
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Cuídate, amigo.
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Gracias a ti, sigo viva.
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Gracias.
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Decimos que la hora de la
muerte no puede ser prevista.
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Pero cuando lo decimos...
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imaginamos esa hora...
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en un futuro
incierto y distante.
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Jamás se nos ocurre que puede
estar relacionada...
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con el día que ha comenzado...
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o que la muerte podría llegar
esta misma tarde.
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Esta tarde tan previsible...
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en la que cada hora
ya está planificada.