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Abre el otro lado del telón.
Uno, dos, tres.
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Aprisa, mi lactante,
desnúdate pues estoy dispuesto...
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mi cetro te espera,
¡qué tieso se ha puesto!
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¡Basta, te suplico!
Ten piedad, te ordeno.
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No eres mi amante,
sino un libertino sin freno.
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¡Haz lo que te digo!
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- Pon los pies en el aire.
- Márchate ahora mismo.
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- Pero acaba de empezar.
- Haz lo que te digo.
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Ve con Gaillon.
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Es cierto, soy un cerdo.
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Y tú tienes trufas ahí abajo.
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¡Ay, cielos!
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Cielos, ¿qué es esto?
Qué perversa sensación.
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Un sentimiento entre la vergüenza
y la pura satisfacción.
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¡Ay, cielos! ¡Sigue así!
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Usa tu lengua como una varita,
como hacía sor Saint-Fonde la monjita.
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¿Ya se van?
Claro, no es nada nuevo para Ud.
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Sospeché que la hermana era sáfica.
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Te contaría más
pero sería demasiado gráfica.
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Basta con decir
que a zagalas le gusta conquistar.
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Incluso en las vísperas
las persigue sin parar.
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Mi querida Eugenie,
mi bocado exquisito...
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ponte de espaldas
y por detrás te meteré el pito.
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¿Acaso se vio hombre más descarado?
Quiere poseerme por uno y otro lado.
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Saquearé cada poro de tu cuerpo...
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hasta que estés débil y grites:
''¡No más!''