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Querida Clarice:
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He seguido fervorosamente
el curso de tu humillación pública.
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La mía nunca me molestó,
salvo el inconveniente de estar preso.
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Pero a ti quizá te falte perspectiva.
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En el transcurso de nuestras charlas
se me hizo evidente que tu padre...
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...el difunto guardia nocturno,
fue el puntal de tus valores morales.
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Creo que tu éxito poniendo fin
a la carrera de modista de James Gumb...
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...te alegró mucho porque te imaginabas
que tu padre estaría contento.
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Pero ahora, desafortunadamente,
has caído en desgracia con el FBI.
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¿Piensas que a tu padre
le abochornaría tu deshonra?
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¿Te lo imaginas en su ataúd,
abatido por tu fracaso?
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¿Por el final tan triste
de tu carrera prometedora?
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¿Qué es lo peor
de esta humillación, Clarice?
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¿Cómo se refleja tu fracaso
en tu madre y tu padre?
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¿Te aterra pensar que apartir de ahora,
la gente creerá...
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...que tus padres sólo eran
unos palurdos blancos con poca clase?
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¿Y que tal vez tú también lo seas?
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Por cierto, vi que en la página sosa
de internet del FBI...
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...me sacaron de los expedientes
de los criminales comunes...
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...y me ascendieron a la prestigiosa
lista de los 10 más buscados.
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¿Fue mera coincidencia,
o volvieron a darte el caso?
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Si es así, ¡qué bien!
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Porque tengo que salir de mi retiro
y volver a la vida pública.
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Te imagino sentada en algún sótano,
encorvada sobre papeles y ordenadores.