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ojos afectivos,
blandas contorsiones.
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Que todo arda:
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mis pies,
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las espinas de mis brazos,
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las hojas que cubren
la madera de mi cuerpo,
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mi frente,
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mis labios,
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siempre que se preserve
mi lengua inútil,
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poco me importa que después
el resto sean lamentos,
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sollozos y gemidos de la familia.
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Pedro, hermano,
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no había consistencia
en los sermones de nuestro padre.
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El mundo de las pasiones
es el mundo del desequilibrio.
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Cuídense los apasionados,
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apartando de los ojos...
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el polvo dorado
que los ofusca.