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Encarga después una noche bien
caliente o una luna bien llena.
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Convoca a nuestras hermanas,
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haz que vistan muselinas vaporosas
y se pongan sandalias de tiras,
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añade carmesí
a sus mejillas plácidas,
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verde a los ojos, un carbón
más denso a sus pestañas.
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Adorna sus brazos
y los cuellos desnudos,
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añade fácil pedrería
en esas figuras de mármol,
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haz incluso que unos pendientes
mordisqueen el lóbulo de sus orejas.
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Y no olvides
las posturas lánguidas...
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abriendo el espacio entre los senos,
exponiendo asomos de muslos,
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imaginando un funesto fetiche
en los tobillos.
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Provoca en esos labios
ya rojos, disolutos,
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el flujo espeso
de humores pestilentes.
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¡Llévatelas, Pedro! Llévate a casa
todas esas chucherías...
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y anuncia con voz solemne
en cuanto llegues:
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""Del hermano amado para las
hermanas."" Cuidado al abrir la bolsa.
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""¡Por los sermones del padre,
el hijo descarriado también manda,
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entre los regalos,
una pesada risa de escarnio!""
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¡Vamos, Pedro, ponlos en la bolsa!
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Y es contemplando los utensilios...
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y la ropa de la familia como...
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oigo voces difusas perdidas
en aquel foso...
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sin que me sorprenda el agua
clara que brota aún del fondo.