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un pan verdadero,
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y el hambriento, por ser paciente,
nunca más supo qué era el hambre.
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¿Cómo podía el hombre que tiene
pan en la mesa, sal para salar,
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carne y vino,
contar la historia de un hambriento?
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¿Cómo podía nuestro padre
haber omitido tantas cosas...
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cada vez que contaba esa historia?
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El soberano más poderoso
del Universo...
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confesaba haber encontrado,
después de mucho buscar,
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a un hombre fuerte de espíritu,
de carácter firme,
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y que sobre todo había revelado
poseer la virtud más rara...
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en un ser humano:
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la paciencia.
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Pero antes de proferir ese elogio,
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no contó nuestro padre
que el hambriento,
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con la fuerza descomunal
de su hambre,
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¡asestó un puñetazo
al anciano...
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de hermosas barbas blancas!
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Señor y laurel de mi frente,
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sabes que soy tu esclavo sumiso,
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el hombre a quien sentaste
a tu mesa y ofreciste...