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¡Es mía!
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¡Es mía!
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Y las palomas de mi patio
eran libres de volar.
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Salían para largos paseos,
pero volvían siempre,
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pues sólo era amor...
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lo que tenía
y lo que quería de ellas.
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Y volaban muy lejos,
y yo las reconocía...
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en los tejados
de las casas más distantes,
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entre la bandada de las palomas
hostiles que yo creía...
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poder llevar un día
a mi jardín inmenso.
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Era Ana, Pedro.
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Era Ana.
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Era Ana mi hambre,
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era Ana mi enfermedad,