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bañados en lágrimas,
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sólo pensando
que éramos de tierra...
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y todo lo que teníamos
germinaría en uno...
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con el agua venida del otro.
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El sudor de uno con
el sudor del otro...
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Con mis ojos aún cerrados,
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cuando volví a tantear la paja,
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Ana ya no estaba allí.
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Yo que no sabía que
el amor requiere vigilia.
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No hay paz
que no tenga un fin,
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ni copa que no tenga
un fondo de veneno.
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¡Ana!
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¡Ana!
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¡Ana, si estás en casa,
respóndeme!
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¡Respóndeme!