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Ocho chelines.
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El pobre está muerto de hambre,
tiene miedo de caerse
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- por una rejilla.
- Ocho chelines.
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Usted, en lugar de corazón,
tiene un ladrillo.
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Por el amor de Dios, mírele.
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- ¿ Cuándo sale, hijo?
- El viernes.
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Seguro, está en el juzgado.
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Nueve.
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Por el amor de Dios.
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Está sin estrenar.
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- Me veo la cara en él.
- Pues qué espectáculo más terrible.
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Con una cara como ésa.
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Que sean diez.
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- ¡Diez chelines!
- Tendrá su recompensa
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en el Cielo, esa gran
casa de empeño donde se saldan
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- todas las cuentas.
- Nueve y una de diez y se acabó.
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¡Por el amor de Dios!
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¡Sí!
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Nueve y una de diez.
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Vas a volver tú.
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No me repliques; hazlo.
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Porque ya es hora de que duermas
con tu hermano, por eso.
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- Estarás mejor con tu hermano.
- Aquí no sobra el sitio.
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No has hecho nada malo.
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Es que Teresa necesita
estar sola, eso es todo.
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Buenas noches.
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- Si te meas, te vas a enterar.
- Cállate.