Nirgendwo in Afrika
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Ya salgo, mamá.
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A menudo dormía en la villa de Jogona.
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No, no te diste cuenta porque
siempre volvía al amanecer.

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Mi chica salvaje.
¡No puedes solo desaparecer!

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¡Es hermoso! Puedo entender
por qué querías que lo tenga.

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Por eso mi padre casi me manda
de regreso a Alemania.

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¿No lo usaste solo una vez?
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Lo compramos en Wertheimm, Breslau,
por 44 marcos.

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Y comimos un poco de torta
en el Café Monheim.

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Aún no puedo recordar Alemania.
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Solo si como nueces.
Entonces pienso en el abuelo.

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Mamá... ¿por qué los
judíos eran tan odiados?

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Tú y papá, no eran realmente judíos.
Ustedes comían carne.

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Y tú no rezabas, ¿no es así?
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En la escuela nos enseñaron que los
judíos muertos eran hijos de Dios.

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Para mí y papá los judíos
jugaron un papel importante.

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Nosotros pensábamos en ser
lo más alemanes posible.

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La cultura alemana, el lenguaje.
Ese fue nuestro hogar.

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Tal vez nosotros, los judíos,
somos realmente diferentes.

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La tía Ruth y el tío Salommon
eran diferentes.

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Ellos obedecían las reglas judías.

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