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¡Dejándolo afuera!
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¡Por favor! ¡Bev, abre! Si no...
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¿Qué? ¿Vas a tirar la puerta?
Trata. Te vas a romper el cuello.
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Ya basta.
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-¿A dónde vas?
-No me voy a quedar a ver esto.
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¿Ves? No me rompí el cuello.
Hola, mamá.
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-Hola, Raymond.
-¡Idiota!
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¡No podemos ni comprar una cuna
y tú rompes la ventana!
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Bev, ¿qué querías que
hiciera? ¿Decirle a mi jefe que...?
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Raymond.
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Estás sangrando.
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¡Estoy sangrando!
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Estás goteando en el piso.
¡Y en la pared!
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-¡Deja de sangrar!
-¡Estoy tratando!
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-¡Deja de sangrar! ¡Para!
-Cállate. Cállate.
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Empieza a moverte.
¡Vamos!
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Bev, trae agua oxigenada y papel de
baño. ¡Apúrate!
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-¿Hay vidrios dentro?
-¡No!
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¡Camina más rápido, patita! ¡Tu
esposo se está desangrando!
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Detenla fuerte.
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Era mi jefe. Tuve que ir.
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¿Raymond? Mírame.
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-Necesitas ser el hombre de la casa.
-Ya lo sé.
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Tienes que ganarte el sustento.
¡Cuando dices que vas a venir, vienes!
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-¡Ya no mientas! ¡Ya no bebas!
-¡Mamá!
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-¿Qué?
-¡Auxilio!
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¡Auxilio! ¡Vamos!
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¿Qué?
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¿Qué está pasando?
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Ay, Bev.
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Se te rompió la fuente.
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¿Y eso...? ¿Eso es normal?
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-Qué emocionada estoy.
-Esto es asqueroso.
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Hola, hermoso.
Hola, bebé hermoso.