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Hay dos clases de funerales:
Los de ciudad y los de campo.
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Cuando tocábamos en funerales en el campo,
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veíamos las ollas echando humo.
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Cerdos, corderos girando
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en los asadores, es decir:
una buena comida.
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Su sopa era la más sabrosa.
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Nunca escatiman en los funerales.
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Les da igual el precio que les digas.
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Pero tampoco te puedes pasar pidiendo
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por 10 o 15 minutos de trabajo.
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En las ciudades,
es como en América.
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Gafas de sol, "buenos días, buenas tardes".
Ni cura, ni nada de nada.
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Discursos frente al ayuntamiento.
Juegas tú.
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La cripta de hormigón bajo tus ojos.
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Cierran la tapadera del ataúd
y cada uno se va por su lado.
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A veces, alguien organiza
un almuerzo muy modesto
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en un restaurante
alquilado para la ocasión.
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Pero en general no acudimos a ellos.
Como decía, es algo bastante modesto.
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No merece la pena.
Coges tus 20 marcos y...
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Uno se acostumbra.
Pero al principio yo lloraba.
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No resulta fácil acudir
todos los días a un entierro,
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no es normal.
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Me planteé dejarlo,
pero de algo hay que vivir.
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Era un trabajo bien pagado.
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Cuando le preguntas a un campesino
si el cementerio está lejos,
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si te responde que está a 1 ,5 km,
es que está al doble.
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Lo más penoso es el regreso.
Para volver vamos en tractor,
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a caballo, en tren, dependiendo
de cómo transportaran el cuerpo.
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Colocamos en el vagón la tuba,
la bateria, todo lo que pesa.
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Después saltamos dentro
y volvemos a bajar...
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Y luego esperamos a que llegue
el sacerdote y encienda los cirios.
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Entonces podemos ya comer.