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Es hora de que nosotros regresemos
a Londres.
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Extraño Londres.
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Extraño la vida de Londres.
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Esta no eres tú hablando, Virginia.
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-Es un aspecto de tu enfermedad...
-Es mi voz.
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-No es tu voz.
-Es mía, sólo mía.
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-No lo es, ¿podrías escuchar?
-No lo es... Es mía.
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Estoy muriendo en este pueblo.
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Si estuvieras pensando claramente, Virginia.
Recordarás que Londres fue lo que rompió tu amor.
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Si yo estuviera pensando claramente...
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-Si yo estuviera pensando claramente...
-Te trajimos a Richmond para darte paz.
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Si yo estuviera pensando claramente,
Leonard, te diría:
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que yo lucho, sola...
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en la oscuridad, en la oscuridad
profunda. Y que yo sola puedo saber...
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sólo yo puedo entender mi
propio estado.
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Tú vives con la amenaza, dime.
Tú vives con la amenaza de mi propia extinción.
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Leonard, yo también vivo con ella.
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Este es mi derecho.
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Es el derecho de todo ser humano.
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Yo no escojo la anestesia sofocante
de estos suburbios...
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sino la sacudida violenta de la capital,
esa es mi elección.
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El más miserable, aún el más bajo paciente
puede tener alguna decisión...
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con respecto a su prescripción.
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Es algo que define su humanidad.
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Desearía que por tu bien, Leonard,
yo pueda ser feliz en esta quietud.