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Cuando se trata de guerra
sólo cuenta la palabra
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de los grandes soldados.
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Si Petain dice
que hay que entregar las armas,
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tenemos que rendirnos.
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-¿Con quién estoy?.
-Con tu hermano.
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¿Antoine?
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Sí, es nuestro jardín.
¿Desde dónde?
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Mi ventana.
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No puede ser.
Encima me espiabas.
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Lo sabías.
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Tienes que marcharte,
no te puedes quedar. Te encontrarán.
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-Tú también debes irte.
-No puedo.
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-Ahora corres peligro.
-No, no.
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Me lo has dicho.
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Ven conmigo, vayámonos los dos.
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-¿Adónde?
-No sé. Lejos.
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-Lejos.
-Sí, a Portugal.
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Podemos obtener visados.
Aquí hay quien los tiene.
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-¿ Y qué haremos allí?
-Desde Lisboa se puede ir a América.
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-¿A México?
-Sí, por qué no.
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Me han propuesto películas.
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¿Te imaginas si te ven aparecer?
Sería una locura.
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¿ Y tú qué harías?
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Daré clases, terminaré mi libro.
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¿Tu libro? Espera.
¡No me digas que es el mismo!
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-Sí.
-¡No, Frédéric!
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Pero ya está terminado.
Sólo tengo que retocar unas cosas.
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-¿Has vuelto a ver al editor?
-¿Cuál?
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-El que te presenté.
-Es un timador.