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Maldita sea.
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Te ves estresado, mi viejo.
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Sí, ¿tienes fuego?
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Diablos, ¿vas a ayudar?
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- Ayudaré.
- Muy bien, entonces tengo fuego.
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¿Es el gobernador?
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Debo saber si los rehenes
están bien.
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Dame con alguien, con cualquiera.
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Tiene que aceptar mi palabra.
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Debes estar completamente loca.
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- ¿Por qué debería creerte?
- Porque tenemos armas,
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y tenemos rehenes.
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Y la que tiene el arma hace
las malditas reglas.
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Estás jodiendo con Dease.
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- Despiertas...
- al carajo con Dease.
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- No lo digas tan rápido.
- Al carajo con Dease.
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Déjame hablar con el Cap. Dease.
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No hay trato a menos que hable
con él y eso es definitivo.
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- Ponlo al teléfono.
- Ve por él.
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Tráelo aquí.
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Dame una razón.
Es hora del show, perra.
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- Dame una razón.
- Trae al desgraciado.
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¿Quién es la perra ahora,
desgraciado?
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Carajo.
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- Díselo.
- Ya la oíste.
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Díselo.
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Díselo ahora.
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Yo maté...
maté a La Mamita.
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Y maté al médico.
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Retire a sus hombres.
Retírelos.
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Es suficiente.
Tiene una hora.
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- Suéltala.
- Muérete.
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Muérete, maldita perra.
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- Muérete, muérete.
- Mata al desgraciado.
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Dispárale.
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Ese es por La Mamita...
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ese por Frances...
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y ese por mis hijos...
y tus hijos, desgraciado.