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Y entonces, usé todo mi poder mental
para silenciar la multitud.
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Pero no funcionó.
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Cada centavo de cada dólar que teníamos...
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se fue en un muñeco
de E. T. que costaba $30.
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Entonces dije:
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"Frankie, tengo que pedirte
un segundo deseo".
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Y hasta hoy, mi padre sigue creyendo
que fue él quien ganó el muñeco de E.T.
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¡Huelo la sangre de una Irlandesa!
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¡Deja que te de un mordisco!
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Vamos, Christy. Vamos.
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¡Corre, E.T.!
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¡Ayuda! ¡Ariel!
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¡Huelo la sangre de una Irlandesa!
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¡Christy!
¡Ariel!