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Muchos gritos,
pero nadie se lastima.
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¡Basta, basta, basta! ¡Ese cuento
llegó a un nivel de pecado...
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que sólo puedo seguir
escuchándolos en el confesionario!
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- No vinimos a confesarnos.
- Los pecadores son ellos, no nosotros!
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Sí, somos víctimas,
las víctimas no se confiesan.
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Ademas tengo que tomar un barco
para Punta dentro de una hora...
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no puedo quedarme
aquí confesándome.
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Yo no salgo de aquí. Si ustedes
quieren seguir hablando conmigo...
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deben confesarse.
Y uno de cada vez.
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No me voy arrodillar ahí
sin haber pecado.
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Y yo no entro ahí porque
tengo claustrofobia.
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¡Yo no voy a salir!
Ustedes deciden.
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Bueno, ya que hay que arrodillarse y
confesarse, mejor pecar primero.
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Sí, vamos a pecar para tener
algo que confesar.
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Si, vamos a cometer un pecado
bien fuerte, para ser bien atendidos.
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Espérenos cinco minutitos que vamos
a follar bien fuerte aqui afuera.
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El primero que termine el pecadito
regresa a hablar con usted, ¿vale?
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Ya se acabó su plazo para evitar que
el pecado sea cometido en su iglesia.
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¡Por amor de Dios!
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¡Ahora la lujuria va a empezar!
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Voy darle un beso
de lengua en la boca.
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¿Beso de lengua en la boca,
en la sacristía?
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- ¡Deja que el Vaticano lo sepa!
- ¡Cabezas rodarán!
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- ¿Oíste?
- Sí.
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¡Todos a bordo!
¡Partiremos a las 10!