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Viejo Acérrimo tenía razón.
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Dando su vida, nos mostró el río.
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La voluntad de los dioses.
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Es la voluntad de los dioses.
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¡Hermanos!
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¡Hermanos!
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¡Expulsen a los bandidos!
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Frente a este milagro...
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...el Maestro An y sus
hombres se retiraron.
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Quizá pensaron que el cielo
estaba de nuestro lado.
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Abandonaron la persecusión y nosotros
pronto llegamos a la Fortaleza Solitaria.
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Pero encontramos poco alivio allí.
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Era un pueblo fantasma...
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...sólo un puñado de soldados
custodiaban la armería.
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Los bandidos y los Turcos
seguían siendo una amenaza constante.
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A pesar de que todos
estaban exhaustos...
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...el Teniente Li no permitió
que descansáramos ni un momento.
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- ¡Cohetes!
- ¡Pronto! ¡Sácalos!
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¡Trae las hachas de guerra!