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Vamos, Átalo, deja un poco
de maldito aire en la sala.
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Y, por último,
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brindo por el matrimonio del rey
con mi sobrina, Eurídice,
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una reina macedonia de la que
podemos sentirnos orgullosos.
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¡Por Filipo y Eurídice,
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y por sus hijos legítimos!
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¡Alejandro, no!
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¿Y qué soy yo,
hijo de can? ¡Venga!
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¡Callaos!
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¡Callaos todos!
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¡Celebramos mis bodas!
¡No una trifulca pública!
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¡Cachorro insolente!
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¡Discúlpate, por Zeus,
antes de que me deshonres!
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Defiendes al hombre que llama
a mi madre ramera y a mí bastardo.
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¿Yo te deshonro a ti?
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¡Escuchas como escucha
tu madre!
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Átalo es ahora de mi familia,
igual que tú.
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¡Elige a tu parentela
con más cuidado!
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No esperes que me quede aquí sentado
mientras tú pierdes la vergüenza.
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¡Me insultas!
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¿Yo te insulto a ti?
¡Un hombre que ni siquiera merece
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lamer el suelo que pisa mi madre!
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¡Cuestionas a tu reina!
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¿Vergüenza?
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¡Yo no tengo nada de qué avergonzarme,
arrogante mocoso!
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¡Me desposaré
con la muchacha si quiero!
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¡Y tendré cuantos hijos desee!
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¡No hay nada que tú ni tu madre
podáis hacer para impedirlo!
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¿Por qué piensas que todo cuanto
digo y hago proviene de mi madre?
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Porque conozco
su corazón, por Hera,
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y la veo en tus ojos.
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¡Codicias demasiado
este trono!
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¡Ya sabemos que esa loba
que es tu madre me quiere muerto!
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¡Podéis seguir soñando,
muchacho!
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Ahora habla el vino.
Déjale, puede esperar hasta mañana.
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¡Ahora!
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Te lo ordeno.