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Sus ojos me dicen
que le gustas, Alejandro.
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Tal vez demasiado.
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Según los usos de mi país,
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aquéllos que aman demasiado
lo pierden todo,
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y aquéllos que aman con ironía,
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perduran.
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Tu padre se estará revolcando
en su tumba.
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Después de tanto tiempo,
la hija de un jefe de las montañas.
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¡La muchacha tiene carácter!
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¿Por qué lo haces?
Tómala sencillamente como concubina.
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Porque quiero un hijo.
Maldito seas, Filotas.
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La mitad de tus nobles
tienen hermanas
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que serían magníficas
madres macedonias.
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Hacer de una asiática mi reina,
y no una cautiva,
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es una señal de respeto.
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Eso nos acercará y nos unirá,
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lo cual no significa que no despose
algún día a una macedonia.
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¿Una segunda esposa?
Insultas a Macedonia.
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Alejandro,
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está en juego
el honor de nuestro reino.
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¡Exactamente!
¿Qué ganarás con ello?
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Vinimos a castigarles por sus crímenes
y ya lo hemos conseguido.
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Siete años lejos del hogar,
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y ahora vagamos de una región a otra,
persiguiendo nómadas
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y bandidos, mientras Macedonia
acusa su falta de hombres.
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¿Y para qué?
¿Para construir rutas en Asia?
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¿Para darles
a estos pueblos ciudades?
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¡Fundar ciudades y ampliar
nuestro alcance no es vagar!
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- ¿En qué beneficia a Macedonia?
- ¡Es más rica!
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- ¡Y mira lo que les das!
- Respetando tu edad,
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si hubieras luchado mejor en Gaugamela
cuando tu flanco se hundía...
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¡Cómo osas, Nearco!
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General Nearco para ti.
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¡Alejandro estiró demasiado
nuestro flanco!
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¡No había nada que mi padre,
ni ninguno de...!
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¡Filotas!
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Alejandro, te conozco
desde que naciste.
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Te respaldé
a la muerte de tu padre.