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Es como si hubiera una parte de mí,
fría y pragmática, que me dijera
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lo que tengo que hacer
para llegar a un punto determinado.
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"Venga, vamos. No te pares.
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Muy bien. Levántate y hazlo otra vez".
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Era algo insistente y claro.
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Era como una voz, una parte ajena a mí,
que me decía lo que tenía que hacer.
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Muy insensible.
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Antipática.
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No le importaba que estuviera
cansado, herido ni nada por el estilo.
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Era algo... muy, muy raro.
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Una parte de mí seguía diciéndome
que no parara, que no descansara.
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La otra parte de mí, mi cabeza,
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iba mirando alrededor, captando cosas.
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Conforme pasaban las horas y se iba
el día, se volvió cada vez más extraño.