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-¿ Que si hice qué?
-¡Devolvérselo!
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Pues claro. Si dije que lo hice,
es que se lo devolví.
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Entonces tal vez tengas la bondad
de explicarme
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cómo ha podido caerse esto
de tu joyero.
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-¿ Qué te hace tanta gracia?
-Tú.
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Estás celoso.
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Si tan loca estabas por él,
¿por qué no te casaste?
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-Porque no estaba enamorada.
-No es lo que dice tu diario.
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Vaya, has leído mi diario.
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Cayó al suelo abierto
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y lo miré.
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-Pasó y ya está.
-Seguro que sí.
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-Lo pone por todo el libro.
-Las niñas.
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¿Por qué no lo admites?
Estabas enamorada de Bill Cole.
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No seas absurdo.
Claro que lo estaba.
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En esa época
me enamoraba de uno cada semana.
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¿ Y por qué te casaste conmigo?
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Empiezo a preguntármelo.
Quizá por tus ojos bovinos
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o por ese ridículo hoyuelo
que tienes.
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Quizá sabía que acabaría
en esta cubitera de 38.000$
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con un arroyo de truchas seco
y sin ventanas.
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O a lo mejor me enamoré de ti
sin más,
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pero por el amor de Dios,
no me preguntes por qué.
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Muriel.
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¿ Qué hora es?
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-Las nueve y veinte.
-Gracias.
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Muriel, ¿ ayudaría en algo
decir que lo siento?
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-No lo sé.
-Pues lo siento.
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Me he portado como un colegial
y lo siento.
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¡Jim!