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Es del Antiguo Testamento, Dabney.
Quizá no lo reconozcas.
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Qué tonterías.
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Quizás ahora,
dejes de despotricar todo el tiempo...
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y te satisfagas asentándote
aquí en Wichita...
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dirijas tu diario, seas abogado...
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y dejes de hablar de Oklahoma.
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¿No ves que esto es un nuevo imperio?
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No hubo nada igual desde la Creación.
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¿Creación? Eso llevó seis días,
esto se hizo en uno.
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Se hizo historia en una hora. Es como
un milagro del Antiguo Testamento.
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- No blasfemes, Yancey.
- Milagro del Antiguo Testamento.
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Ciudades de diez mil
que surgen de la noche a la mañana.
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Bueno, voy a volver.
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Ayudaré a construir un nuevo estado
en la última frontera de la nación...
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un día será un estado, tomen mi palabra.
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Yancey, ¿no vas a dejarme de nuevo?
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¿Dejarte, belleza mía? En absoluto.
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Esta vez, tú y Cim vendrán conmigo.
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Louis Venable, ¿te quedarás sentado
ahí mientras arrastran a tu hija...
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a que los salvajes la despellejen?
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- Pero yo quiero ir, mamá.
- No sabes lo que quieres.
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Partimos el lunes con dos carretas.
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Una con la imprenta
y la otra con los enseres del hogar.
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- Llegaremos en nueve días.
- Lo prohíbo.
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Vas a quedarte aquí con tu padre
y tu madre en la decente civilización.
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- Ya oí suficiente.
- Voy con él, mamá.
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Eso es, cariño.
Ya tuvimos suficiente de esta Wichita.
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Vamos a una tierra excelente,
batalladora y peligrosa...
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Ilena de indios, serpientes de cascabel,
hombres armados y ladrones.
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- Isaiah, por Dios.
- Mocoso insolente.
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Amo Yancey.
Lléveme con usted a Oklahomy.
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Por favor, lléveme amo Yancey.
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No vas a ir a Oklahomy. Vas a ir a bañarte.
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- Mami, quiero...
- Sal. Sal.
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Bueno, iré a ocuparme
de las carretas, ¿eh?