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Louis Venable, ¿te quedarás sentado
ahí mientras arrastran a tu hija...
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a que los salvajes la despellejen?
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- Pero yo quiero ir, mamá.
- No sabes lo que quieres.
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Partimos el lunes con dos carretas.
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Una con la imprenta
y la otra con los enseres del hogar.
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- Llegaremos en nueve días.
- Lo prohíbo.
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Vas a quedarte aquí con tu padre
y tu madre en la decente civilización.
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- Ya oí suficiente.
- Voy con él, mamá.
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Eso es, cariño.
Ya tuvimos suficiente de esta Wichita.
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Vamos a una tierra excelente,
batalladora y peligrosa...
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Ilena de indios, serpientes de cascabel,
hombres armados y ladrones.
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- Isaiah, por Dios.
- Mocoso insolente.
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Amo Yancey.
Lléveme con usted a Oklahomy.
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Por favor, lléveme amo Yancey.
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No vas a ir a Oklahomy. Vas a ir a bañarte.
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- Mami, quiero...
- Sal. Sal.
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Bueno, iré a ocuparme
de las carretas, ¿eh?
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Ven aquí, Cim. Eso es.
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Hijo mío, verás más indios
que los que nunca imaginaste.
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Nunca oí nada igual.
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¿Qué quieres decir, Sabra? No vas a ir.
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Por qué una Venable se casaría
con un hombre así, un cazador de búfalos.
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- Bien dicho.
- Annie.
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Un litro de whisky al día por vivir
en esa aterradora tierra de cimarrones.
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- ¿Qué es cimarrón?
- Salvaje, primo Hewitt.
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Quiere decir salvaje, ingobernable.
La idea de Yancey de llamar al niño, Cim.
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No te gusta nada de lo que Yancey hace.
Nunca te gustó.
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Y su diario, Wichita Wigwam.
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Con editoriales
sobre los derechos de los indios.
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Hasta se creería que Yancey es indio.
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¿Quién sabe?
Algunos mestizos no son oscuros.
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- No te atrevas a decir eso.
- Supe que mató a un hombre.
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No seguiré escuchándote.
No me interesa el pasado de Yancey.
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Me casé con él porque lo quería,
e iré con él.
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- Sabra.
- Nunca oí nada igual.