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Casi lo olvidaba.
¿Adivina a quién vi en Londres?
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-¿Al rey?
-No. A Tom Chambers.
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¿ Cómo está?
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No querria que George oyera esto,
pero ya que me lo preguntas...
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no está bien.
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Elegiste al hombre correcto,
en cierta manera.
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-Ese tipo es 10 veces mejor.
-Max, hazme un favor. ¡Vete!
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Sé que siempre sentiste algo especial
por este tal Chambers.
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Por favor, Max, me duele la cabeza.
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¿ Qué sucede? ¿Algo anda mal?
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No, pero hoy no es mi dia.
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-¿Puedo ayudarte?
-¡No, Max, por favor!
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No le digas a George que mencioné a Tom.
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No querria verme involucrado...
Tú me entiendes, ¿no?
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-Es un asunto delicado.
-Y no quieres sacarlo a colación.
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-No.
-Pues no lo hagas.
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-Adiós, Max.
-Adiós.
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Gracias.
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-¿Por qué no tomas unas aspirinas?
-Eres muy amable.
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La aspirina no servirá de nada.
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-Espero que no sea nada serio.
-Yo también.
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-Bueno, si algo sucede...
-lré a verte y te pediré consejo.
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-¿ Si?
-Siempre lo haré, Max.
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-Gracias, Gilda.
-Soy yo quien te agradece.
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Adiós.
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El desayuno está servido.
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¿No hay jugo de naranja?
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Nunca tomamos jugo.
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¿Podrás recordarlo, querida?
Jugo de naranja, todas las mañanas.
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Un vaso grande.
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¿Todas las mañanas?
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Salvo los domingos.
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Los domingos, manzanas al horno.
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Será un cambio drástico en mi menú.
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Los huevos están perfectos.
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Puedes comer el mio, también.