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Ya conoces a Armand Duvalle, querido.
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Pase, Armand.
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Sr. Duvalle, ella es mi tía, la Srta. Adams.
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Sr. y Sra. Barnsley, Srta. Heath, Sr. Randall.
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La pasamos terriblemente mal.
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El auto de Armand se averió anoche
en medio de la nada...
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y tuvimos que quedarnos en una posada
horrible. Sin comodidades. ¡Fue espantoso!
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Regresábamos del baile de graduación.
Un alumno de Armand nos había invitado.
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Claro, es una larga historia,
pero debo... ¡Hola!
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Su esposa era la mujer más encantadora
de la fiesta.
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Armand, siempre dice cosas tan bonitas.
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¿No es hermoso? ¿Tú se lo trajiste?
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-Sí...
-¡Atrápalo!
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-¿Te molestó que no estuviera aquí?
-Para nada. Claro, no me esperabas.
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¿Y me perdonará
por el mal funcionamiento de mi auto?
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Claro. Lamento que la posada
fuera tan incómoda.
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Es lo único que me preocupa.
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Sabe, su marido no es
el típico estadounidense.
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Está libre de toda sospecha.
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Tiene una forma de pensar
más europea, ¿no?
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Así es, soy más del estilo europeo.
¿Quiere licor de huevo?
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Gracias.
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No sé cómo piensa Jerry,
si es europeo o excéntrico...
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pero es una maravilla.
Si yo no regresara en toda la noche...
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y entrara con el apuesto Sr. Duvalle
y dijera que su auto se averió...
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Fue así. ¿Por qué habría de enojarse Jerry?
Yo no fabriqué el auto.
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-Tienes toda la razón, querida.
-Claro que sí.
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No se puede estar felizmente casado
si siempre sospechas del otro.
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De nuevo tienes razón.
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-¿Un poco de nuez moscada?
-Por favor.
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-¿Por qué los aburro con asuntos privados?
-No estamos aburridos.
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A nadie le interesa mi aventura,
pero Jerry sabe que es algo inocente...
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tanto como que él acaba de regresar
de Florida.