Son of Frankenstein
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¿No le molestan los gases de azufre?
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- En absoluto.
- ¿Gases de azufre?

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Perdone, quizá no tendría que haberlo
mencionado. Creía que la señora lo sabía.

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- Cuéntamelo.
- Verás, según nuestra historia familiar,

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los romanos levantaron esa casa
sobre una mina natural de azufre...

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y la usaron como baños minerales.
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Uno de los primeros balnearios, quizá.
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Balneario.
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Sí, posiblemente.
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Pero a lo largo de los siglos siguientes
la temperatura del azufre fue subiendo...

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hasta los 430 grados de ahora, según creo.
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- Exacto.
- Ni el romano más robusto...

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podría meterse ahí hoy...
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sin hervir hasta los huesos al instante.
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Wolf, eliges sitios de lo más extraños.
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Me gustaría ver cómo lo ha arreglado.
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Le llevaré algún día para darle un hervor.
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¡Hola!
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- Mamá, ¿puedo pasar?
- Pasa, hijo.

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Peter, te presento al inspector Krogh.
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- Mucho gusto.
- El gusto es mío, señor.

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No se da la mano con la izquierda.
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Perdón. Qué grosero he sido.
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Tampoco hay que llevar guantes
dentro de casa.

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- Hijo.
- Perdón de nuevo.

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Es que sólo tengo un brazo de verdad.
Éste no es mío.

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¿Y de quién es?
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Verás, el inspector Krogh
perdió el otro brazo de verdad...

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en la guerra.
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Es militar.
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- ¿Es general?
- No, más que general.

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Es inspector.
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Pues yo también soy militar
y he cazado todo el día.

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¿Has cazado algo?
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Sí, elefantes y tigres.

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