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yo sería al que deberíais tachar de pecador.
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¿Quién levanta ahora la voz para acusarme?
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Nadie.
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Además de cobardes sois unos hipócritas.
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Pero no os culpo.
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Yo soy tan culpable como vosotros.
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Las lenguas ociosas,
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la mezquindad que habéis demostrado,
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demuestran mi fracaso en enseñaros
la lección que se me encomendó.
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¿Huw?
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De joven pensé que conquistaría
el mundo con la verdad.
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Pensé que dirigiría el ejército
más grande que jamás soñara Alejandro.
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No para conquistar naciones,
sino para liberar a la humanidad.
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- Sí, señor.
- Con la verdad.
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Con la palabra de Dios.
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Pero sólo unos pocos escuchasteis.
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Sólo unos pocos comprendisteis.
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El resto os vestís de negro
para venir a la iglesia.
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¿A qué venís?
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¿Por qué teñís vuestra hipocresía de negro
y desfiláis delante de Dios en domingo?
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¿Por amor? No. Habéis mostrado
unos corazones demasiado retorcidos
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para recibir el amor de vuestro divino Padre.
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Yo sé por qué venís.
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Lo he visto en vuestros rostros
domingo tras domingo.
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El miedo os ha traído aquí.
Un miedo terrible y supersticioso.
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Miedo al castigo divino.
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A un rayo de fuego del cielo,