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Lo mismo te digo, nena.
¿Dónde estás?
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En la tienda de al lado de
tu casa. ¿Puedo subir?
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Bueno, pero cuidado,
que no te vean.
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¡Hola, Keyes!
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¿Qué ocurre?
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La pierna rota.
Tenía una pierna rota.
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-¿A qué te refieres?
-A Dietrison
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¿Tenía seguro de accidente, no?
-Sí.
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-Y luego se rompió la pierna, ¿no?
-¿Y qué?
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Que no pidió indemnización. ¿Por
qué no la reclamó? ¿Por qué?
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¿Qué estás pensando?
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Walter, cené hace un par de
horas y estoy en plena digestión.
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El enanito vuelve
a molestarte.
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Algo me huele mal
en este caso.
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¿Por no hacer la reclamación?
Quizá no tuvo tiempo.
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O no sabía que
estaba asegurado.
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No, no, no puede ser.
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-Le entregaste la póliza, ¿verdad?
-Sí.
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-¿Te entregó el cheque?
-Claro.
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-¿Tienes bicarbonato?
-Pues no.
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Llevo veintiséis años
con este enanito...
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...y jamás me falló.
No me huele bien.
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Quizá tenga razón Norton.
Un suicidio.
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No, suicidio no.
Tampoco accidente.
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¿Entonces?
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Mira, un tipo contrata un seguro
de cien mil dólares...
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...si muere en el tren. Al
cabo de dos semanas muere...
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...y, no por accidente ferroviario,
sino cayéndose de la plataforma.
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¿Sabes qué probabiliades
hay de que eso ocurra?
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Una en no sé cuántos
millones.
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Y además la pierna rota.