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- ¡Felix!
- ¡Hola, tu desayuno!
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¡No debiste, no con este clima!
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¡Desde el restaurante
sin abrigo, te resfriarás!
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En Budapest
sería verano.
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Sólo está en la esquina.
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Además, de no ser por ti
no tendría restaurante.
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No quiero que te molestes.
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Esto es interés.
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Yo... sí, lo sabía.
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¡Qué desayuno!
¡Sardinas!
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¡Huele muy feo!
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No castigues a tu estómago.
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¡Ven acá y déjame ver!
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¡Delicioso, omelette de hongo!
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¿Apuntaste la receta
para el artículo de este mes?
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¿Qué cocinaré?
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Mira esto.
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Pechuga de tórtola aderezada
con granadina de durazno.
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Sopa de pollo con vino
sin picante.
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- ¡Es maravilloso!
- Y puedes...
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¡Lizk!
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- ¿Qué sucede?
- ¿Este abrigo, a qué se debe?
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Yo lo compré. Tranquilízate.
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Me costará seis meses
de salario.
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¿Lindo, no?
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¿Trabajar seis meses
por ese abrigo?
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Siempre me prometí
un visón.
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Sabes, Felix, es muy importante
cumplir las promesas.
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Especialmente las de uno.
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- ¿Tiene que ser caro?
- Lo necesitaba.
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¡Lo necesitas!
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¡Nadie necesita un visón
más que el visón!
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No sabes lo que
hace para mi moral.
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Sí, conozco la moral.
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Una vez tuve un sombrero
de seda en Budapest.
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¡Me sentí muy bien!
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Insulté al gerente del hotel.
Y me despidieron.
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Vamos, come.
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Visón por fuera, sardinas
por dentro. No es bueno.
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¡Esto es maravilloso!
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Sabes Felix, algún día...
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- ... aprenderé a cocinar como tú.
- No, no, no.